martes, 16 de junio de 2009

Teatro de la atrocidad


No hay seguidores más fervientes del arte que los drow, siempre que las obras en cuestión revelen una maldad demencial.

Los asesinatos rituales para Lolth pueden ser vistos como una grotesca forma de arte interpretativo. Aunque los sacrificios diarios son llevados a cabo en pequeños templos o santuarios, aquellos que implican a víctimas notables suelen producirse en grandes anfiteatros en los que pueden reunirse toda la comunidad.

Estos acontecimientos dan lugar a una atmósfera carnavalesca, con carcajadas llenando el salón a medida que los bufones saltan a través de las butacas. Los bardos se pasean cantando canciones sobre asesinatos, y los celebrantes cargan con comida y vino para amenizar el rato.

Vapores embriagadores que provienen de los incensarios flotan en el aire, haciendo que los corazones latan más rápido y las manos tiemblen con el ansia de sangre. Las sacerdotisas y otros aristócratas observan desde palcos privados que poseen cortinas que pueden ser corridas para disfrutar de cierta intimidad. Cualquier cosa, desde conspiraciones a encuentros amorosos, es negociada en el interior de estos palcos.

La mayoría de los deportes drow son horriblemente brutales y viscerales. Un entretenimiento popular consiste en mantener a un prisonero atado en un aparato que deja caer lentamente, gota por gota, un ácido mágico en su frente. El disolvente abre un agujero en el cráneo de la víctima y después le derrite el cerebro. Durante ese tiempo, orbes de transmisión telepática comunican al ansioso público los recuerdos moribundos de la víctima. Los asistentes pueden de este modo saborear las experiencias más traumáticas y dolorosas del prisionero, a medida que este sucumbe lentamente.


No todo el derramamiento de sangre en el anfiteatro resulta fatal. A menudo los torturadores demuestran su absoluto dominio de sus cuchillas de trinchar, dejando a sus víctimas justo al borde de la muerte. Los torturadores más artísticos se vuelven tan famosos como los bardos. E incluso las víctimas a las que se deja con vida para ser curadas mágicamente entre actuación y actuación pueden convertirse en celebridades entre los drow, si son capaces de comunicar su sufrimiento de un modo lo bastante artístico.

El gusto drow para el arte decorativo resulta espantoso para los humanoides no malignos. Una clase de artesanos drow particularmente diestros se especializa en esculturas realmente vívidas que parecen haber sido creadas a partir de carne viva. Lo cierto es que las esculturas son talladas en bloques de seda de draña pintados cuidadosamente a mano, y a los que se dota de movimiento mediante complejos aparejos mecánicos. Muchas son retratos a tamaño natural de torturas o mutilaciones, y los motivos más comunes incluyen un paladín empalado, una araña devorando los sesos de un mediano o el dios bueno de los elfos, Corellon Larethian, esculpido en una mesa de torturas.

En algunas comunidades drow, son populares otras piezas más abstractas como, por ejemplo, un tapiz de carne líquida en el que hay centenares de ojos gelatinosos, que se desplazan arriba y abajo continuamente, con un movimiento ondulatorio.

Escrito por: Robin D. Laws para la Revista Dragon (número 2 de la edición española)

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