jueves, 28 de mayo de 2009

Extracto de "Historia de O"

Un día, su amante lleva a O a dar un paseo por un lugar al que nunca van, el parque Montsouris y el parque Monceau. Junto a un ángulo del parque, en la esquina de una calle en la que no hay estación de taxis, después de pasear por el parque y de haberse sentado al borde del césped, ven un coche con contador, parecido a un taxi.
-Sube - le dice él.

Ella sube al taxi. Está anocheciendo y es otoño. Ella viste como siempre: zapatos de tacón alto, traje de chaqueta con falda plisada, blusa de seda y sombrero. Pero lleva guantes largos que le cubren las bocamangas y, en su bolso de piel, sus documentos, la polvera y la barra de labios. El taxi arranca suavemente sin que el hombre haya dicho una sola palabra al conductor. Pero baja las cortinillas a derecha y a izquierda y también detrás; ella se quita los guantes, pensando que él va a abrazarla o que quiere que le acaricie. Pero él dice:

-El bolso te estorba. Dámelo. - ella se lo da. El hombre lo deja lejos de su alcance y añade-: Estás demasiado vestida. Desabróchate las ligas y bájate las medias hasta encima de las rodillas. Ponte estas ligas.

Ella siente cierto apuro, el taxi va más aprisa y teme que el conductor vuelva la cabeza. Por fin, las medias quedan arrolladas. Le produce una sensación de incomodidad el sentir las piernas desnudas bajo la sead de la combinación. Además, las ligas sueltas le resbalan.
-Quítate el liguero y el slip.

Esto es fácil. Basta pasar las manos por detrás de los riñones y levantarse un poco. El guarda el liguero y el slip en el bolsillo y le dice:
- No debes sentarte sobre la combinación y la falda. Levántalas y siéntate con la carne al desnudo directamente en el asiento.

El asiento está tapizado de molesquín frío y resbaladizo. Da angustia sentirlo pegado a los muslos. Luego, él dice:
- Ahora ponte los guantes.

El taxi sigue corriento, y ella no se atrve a preguntar por qué René no se mueve ni dice nada, ni qué significado puede tener para él que ella permanezca inmóvil y muda, interiormente desnuda y accesible, y tan enguantada, en un coche negro que va no se sabe dónde. El no le ha dado orden alguna, pero ella no se atreve a cruzar las piernas ni a juntar las rodillas. Apoya las enguantadas manos en la banqueta, una a cada lado.
- Hemos llegado- dice él de pronto.

El taxi se detiene en una hermosa avenida debajo de un árbol -son plátanos-, ante una mansión que se adivina entre el patio y el jardín, parecida a las del barrio de Saint-Germain. Los faroles están un poco lejos, el interior del coche está a oscuras, y afuera llueve.
- Quédate quieta- dice René-. No te muevas.

Acerca la mano al cuello de la blusa, deshace el lazo y desabrocha los botones. Ella se inclina ligeramente hacia delante, pensando que él desea acariciarle los senos. No. El sólo palpa el tirante, lo corta con una navajita y le saca el sostén.. Ahora debajo de la blusa, que él vuelve a abrochar, ella tiene los senos libres y desnudos, como libres y desnudas tiene las caderas y el vientre, desde la cintura hasta las rodillas.

- Escucha- le dice él-. Ahora estás preparada. Yo te dejo. Bajarás del coche y llamarás a la puerta. Seguirás a la persona que te abra y harás lo que te ordene. Si no entraras en seguida, saldrían a buscarte; si no obedecieras, te obligarían a obedecer. ¿El bolso? No vas a necesitarlo. No eres más que la muchacha que yo entrego. Sí, sí, yo también estaré. Vete.


Información de: "Historia de O" de Pauline Réage
Editado en España por: Editorial Quinteto, colección La Sonrisa Vertical

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